Entonces comenzó a descargar las bolsas de mercadería del auto. Abrió la puerta de su casa una vez dejada las mismas en el suelo. Cuando ingresa a su hogar, su mujer lo reta. Está marcando huellas de suerte sobre el piso recién lustrado. Limpió el jardín de montones por doquier. Al día siguiente vuelve a encontrar y otra vez, a pisar. Su rostro refleja irritación.
         Sin remedio, al correr de los días instala una cámara de seguridad, oculta. Con grabación absoluta de movimientos. Nadie se escaparía de una situación sospechosa.
         El despertador suena sin cesar, un nuevo día ha comenzado. Se despertó muy feliz ya que está dispuesto a monitorear las acciones nocturnas que lo mantienen preocupado.
Un sujeto plantado en el jardín, inerte. Simplemente mira a su alrededor, nada hace. Quedó justo frente de la cámara sin darse cuenta; es su vecino de enfrente.
         -¡Vamos, viejo loco! Imaginé que eras vos –se pone de pie fastidioso, rezongando.
         Allí yace, en plena noche. Llamó a su mascota. Parece ser que tal, está entrenada para llenar de suerte el jardín del vecino de enfrente.
         Esta historia continuará.